Tradiciones Mexicanas
Eduardo Alarcón Orozco GIGANTES
Eduardo Alarcón Orozco expondrá varias de sus obras en el Museo Paleontológico de Santa Lucía QUINAMÉTZIN.
Del 4 al 30 de noviembre de 2023
Existen desde hace millones de años enclavadas en nuestra consciencia las constantes migraciones de los seres que en su paso por este planeta dejaron una huella indeleble, las conocemos hoy a través de su descubrimiento paleontológico. En esta era, apreciamos también el descubrimiento de más y mayores vestigios arqueológicos de los seres, que heredaron, emergieron, evolucionaron y trascendieron sobre aquellos que al precederles dejaron un testimonio de su paso por la humanidad. Así, la tierra conocida como el “Anáhuac” emergió sobre las cenizas que quedaron en la huella de los suelos y que a su vez presenciaron la extinción de los mamuts y otros seres del pleistoceno quienes generación tras generación fueron mejorando sus habilidades a través de su gran inteligencia para trazar mapas y la búsqueda de agua y tierras fértiles en grandes extensiones para lo cual la evolución los había dotado de características y condiciones que los hicieran sobrevivir hasta su extinción. Dichas cualidades, así como tamaño permitieron al hombre prehistórico sobrevivir y evolucionar en aquellas eras oscuras, agrestes y desafiantes en cuanto a condiciones y climas cenizos obscuros y conformación de una hermosa tierra. El cosmos y la naturaleza en el constante ciclo de la vida y sus procesos acompañados del planeta en su viaje cósmico vieron asentarse pueblos y germinar culturas originarias, habitantes que se dieron a la tarea de la observación y rindieron tributo a la era extinta a través de la recopilación del conocimiento ancestral cuyo testimonio a nuestros días da muestra de haber sido profundo, amplio, sabio, así como experto en el conocimiento y dominio del tiempo. Así, el conocimiento ancestral de nuestros abuelos y abuelos de nuestros abuelos se sintetizó en las culturas que habitaron el Anáhuac.
Ahora, ante los recientes descubrimientos arqueológicos producidos por las obras llevadas a cabo en la península de Yucatán así como, el reconocimiento a los pueblos originarios por los gobiernos no cabe duda de que nos encontramos ante un renacimiento de eso que los vestigios nos revelan. Hoy, más que nunca hemos tomado verdadera consciencia de la necesidad de asumir nuestra responsabilidad como seres individuales y una consciencia colectiva al sabernos parte fundamental de esa historia y del planeta. Rescatar los valores y la visión indígenas acerca de nosotros y de la naturaleza para privilegiar el equilibrio de sus elementos y ocupar nuestro lugar junto con los demás seres que conviven en la tierra debe convertirse en una prioridad para estas generaciones, en su actualización y concientización en las que vendrán. La madre tierra, que es donde se produce la vida nos exhorta a observar sus ciclos, nos habla por medio de esa voz interna para retomar un camino en pos de un bienestar colectivo y por ende individual. Los seres que estamos presenciando este tiempo tenemos la responsabilidad ante los retos de nuestro tiempo de buscar el resplandor interior y la iluminación colectiva haciendo los caminos propios para encontrar las respuestas e ir alcanzando soluciones a los grandes problemas que los gobiernos y grandes empresas han sido incapaces de lograr.
Hoy, las comunidades migrantes nos muestran claramente como superar sus miedos y ansiedades al haberse despojado de todo para encontrar un modo de sobrevivir en los albores de este fin de ciclo e inicio del nuevo siglo. En ese claro ejemplo, que ahora vemos se les señala como héroes anónimos que a su paso y al día de hoy han permanecido ayudando a sus seres queridos que quedaron atrás de las fronteras lo que nos debe hacer reflexionar sobre lo trascendente en la vida y hacerles saber que valió la pena su lucha y esfuerzo diario, digno de GIGANTES. Uniendo esa experiencia y lo que se encuentra en nuestro ADN e identificando los sentimientos de grandeza que nos produce cada una de sus historias que son las nuestras, el sabernos herederos de tanto y con una misión única; deberemos de estar convocados a vivir la vida que nos fue dada y de manera exuberantemente; a través de los principios en que se basó su cosmogonía como lo son la solidaridad, la bondad y el amor.
México, la nación que sobre ese testamento del tiempo y de la experiencia, es heredero de una mezcla de grandes culturas por lo que debemos preguntarnos ¿Qué quisiéramos dejar como huella y vestigio de nuestro paso por esta gran madre tierra? ¿Cómo querríamos ser recordados?, y aún en el olvido ¿Qué es lo que descubrirían los arqueólogos del futuro de nosotros? O los paleontólogos en una era futura ¿nos comprenderían? Y ¿qué es lo que ahora en postpandemia diríamos de nosotros mismos?, ¿Qué pondríamos en nuestro reel ahora mismo para que todos lo miraran y compartieran colocándole un like, algo potente y enaltecedor? O qué diríamos ante lo que nos acontece frente a la cotidianidad o los evidentes momentos que requieren de una pronta respuesta. Desde tiempos inmemoriales dentro de las cavernas, las manos que se encuentran plasmadas y que dibujaron de manera rupestre escenas cotidianas, mostrándonos una ventana a ese preciso momento del ayer que es eterno presente, que tiene que ver con nuestro cotidiano acontecer reflejado por un momento de inspiración que unidas esas palmas nos conectan indudablemente. Hoy el arte, nos cuenta para bien o para mal lo que nos acontece encontrando una profunda necesidad de expresión y mostrando el interior de nuestra alma. Una dosis de la creación para moldear nuestra realidad, de lo que nos acontece de lo que dejará testimonio de lo que somos y de lo que llevamos a cabo para adueñarnos de nuestro propio destino. El arte, debe movernos para unir esas manos con esos portales y con sentimiento que nos conecten con un mundo sin tiempo y un cosmos en movimiento constante, cíclico y en permanente equilibrio como lo sabían y vivían nuestros abuelos, despertando a las consciencias en una revolución cultural sin precedentes reconociendo nuestro pasado ancestral y originario, viendo hacia el cosmos y la madre tierra, en el pueblo indígena que hemos sido siempre y así reconocernos.
El arte, decía es sin duda el portal para ir y venir ahí, estableciendo un nexo dimensional, un medio de comunicar nuestra profunda experiencia, para ser interconectados entre los seres en todas las formas posibles como jamás se haya conseguido entre el ayer y el hoy, es decir un tiempo sin tiempo, reconociendo nuestro ciclo cósmico vital. La proyección del trabajo artístico debe de viajar de ida y vuelta a los confines del universo, usando su condición para el entendimiento como lenguaje universal, suficiente para alcanzar todas las habilidades, las estrellas, las galaxias y las civilizaciones que aguardan nuestro florecimiento. Porque, se registra en nuestros sentidos y es capaz de movernos, despertar nuestras emociones y hacer latir el corazón, flor y canto dirían nuestros abuelos. Las ventanas que se abren a través de esas pinturas con motivos de caza y muchas manifestaciones de su paso, los cantos, los sonidos, las iconografías que emergen en las culturas que florecieron después y lo que ahora somos se podrán conectar con cada punto de vista actual y contrastarse, interiorizarse, obtener conclusiones, sin divisiones y sin fustigar a nadie. Con esta muestra convocamos a los gigantes de ese ayer y de hoy uniendo cada latitud y sabiéndonos migrantes y reconociéndonos indígenas en este universo para iniciar una revolución cultural sin precedentes que deje las huellas reconectadas a las del pasado y unidas sean la base de nuevos puntos de partida, de coincidencias y divergencias en la cultura, la filosofía, la ciencia, la salud y el arte que nos conduzca a llenar el vacío en el interior, con una visión clara y efectiva, compartida y que vaya dibujando lo que será esta nueva era que ha iniciado frente a nuestros ojos dejando una huella tan profunda y para toda la eternidad como de gigantes.